miércoles, 19 de noviembre de 2025

Allocuttio Concilium Legión de María, noviembre 2025

Allocutio Concilium Legión de María

Noviembre 2025

P. Paul Churchill, director espiritual del Concilium

Se necesitan milagros de gracia

La reciente Nota doctrinal (¡de solo 20 páginas!) del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, que expresa su interés por la invocación a María, como Mediadora de todas las gracias, debe dar lugar a la reflexión y la meditación en la Legión de María. Este documento dice muchas cosas positivas sobre la cooperación de Nuestra Señora con Dios y su intercesión por nosotros como nuestra Madre celestial. Pero cuestiona esa expresión concreta de Mediadora de todas las gracias, que según dice, se presta a malinterpretaciones. Curiosamente, San Luis María de Montfort, nunca utilizó esa expresión. Y si tenemos que sustituirla, ¿por qué? ¿Nos decantamos por la expresión de Montfort, «Mediadora con Cristo», o por un término como «Madre de la Divina Gracia»? Esto requiere más estudio, oración y reflexión. Pidamos a Nuestra Señora que nos conceda la ayuda del Espíritu Santo, para tomar la decisión correcta.

   La cuestión de la gracia, es muy importante. La gracia, es lo que armoniza nuestras almas, con Dios. Si necesitamos algún milagro, necesitamos sobre todo milagros de gracia. Necesitamos la gracia de la verdadera fe, la verdadera esperanza y la verdadera caridad, que nos ayudan a relacionarnos con Dios. También necesitamos las gracias, de la verdadera conversión, el arrepentimiento por nuestros pecados y el firme compromiso con Dios y sus caminos. Necesitamos la gracia, de comprender correctamente la fe, de ver la mejor manera de compartirla, de ser capaces de tocar las almas.

Los milagros de la gracia ocurren. No puedo dejar de notar que nuestra historia, tiene muchas historias de este tipo. La conversión de Agustín, a la verdadera fe desde el paganismo, el retorno de Patricio a una profunda relación con Dios, mientras estaba cautivo, un acontecimiento similar en la vida de Vicente de Paúl, la conversión de Juan de Dios, de sus preocupaciones neuróticas, a tender la mano a los demás, la conversión de Charles de Foucauld, de un estilo de vida egoísta, a un testimonio cristiano entre las tribus del Sáhara, la conversión de Matt Talbot, de la adicción al alcohol a una vida santísima. Hay muchos otros casos similares.

Este tipo de milagros de la gracia, tienen un beneficio a largo plazo, que puede durar siglos y beneficiar a muchas almas. Pero quiero señalar algo que hay detrás de todo ello. Se debieron a la oración. Mónica, siguió rezando por su hijo y nunca se rindió. Me pregunto quién rezaba por Patricio, en su tierra natal cuando él, a su vez, comenzó a rezar durante su cautiverio y llegó a conocer al verdadero Dios. Charles de Foucauld, siempre reconoció las oraciones de su primo por él y tal vez también las de su abuelo. La madre de Matt Talbot, rezó por su conversión. Confiemos en que nuestras oraciones, sean escuchadas y no renunciemos nunca a la oración incesante. Nuestro Señor, una y otra vez, nos pidió que oráramos y nunca nos rindiéramos. La parábola del juez injusto, que cedió a las súplicas de la viuda, terminó con estas palabras: «¿No hará justicia Dios, a sus elegidos, que claman a Él día y noche?». O qué tal estas palabras: «Si vosotros, que sois malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿no dará el Padre celestial, el Espíritu Santo, a los que se lo pidan? Y puesto que el principal deseo de Dios, es la victoria de nuestras almas, no dudemos de que cuando rezamos por las almas, por nuestra propia conversión y la de los demás, sabemos que Dios, nos escucha y está de nuestro lado. Dios, responderá en el momento y de la manera que Él, mejor conozca. Cuanto más recemos, mejores serán los frutos. Hablo de milagros de gracia. También puede haber otros milagros, como los de curación y similares. Conozco algunos que desafían cualquier explicación natural. Sin embargo, repito las palabras de uno de los más grandes místicos, San Juan de la Cruz. Él, advierte sobre los acontecimientos sobrenaturales que llegan a través de nuestros sentidos. Hay muchas personas que se preocupan por ello. Como él, dice, «suelen tener visiones de imágenes y personas de la otra vida... y de luces y esplendores inusuales». Llega incluso a decir que, aunque algunos de ellos, procedan auténticamente de Dios, «nunca hay que confiar en ellos, ni aceptarlos... quien estima estas aprehensiones comete un grave error y corre un peligro extremo de ser engañado» (Subida al Monte Carmelo, Libro II, Capítulo 11).

Lo que este santo, quería destacar por encima de todo era lo espiritual, el camino de la fe, no lo que hipnotiza nuestros sentidos. Incluso dijo que la preocupación por los acontecimientos milagrosos puede debilitar la fe ¿Acaso no dijo nuestro Señor Resucitado: «Dichosos más bien los que creen sin haber visto»? Cuando los fariseos, llegaron y empezaron a discutir con Jesús. Para ponerlo a prueba le pidieron que hiciera un milagro para demostrar que era enviado de Dios, ÉL, se negó. Quería que cambiaran de alma. Los milagros de este mundo no evitan la muerte. Pueden retrasarla durante algún tiempo. Pero lo que importa para la eternidad, son los milagros de la gracia, que convierten al alma, en hija del Cielo. Si Dios, permite algún milagro o acontecimiento sobrenatural, su principal objetivo es ayudar en el camino de la fe, iluminar nuestras almas. Siempre tiene como objetivo producir y. fomentar la fe y la gracia.     

El gran valor de la oración incesante es que expresa la fe y la fe, crece por medio de ella. Con Dios, siempre escuchándonos y amándonos, sigamos orando y abriendo nuestras almas, a la obra de su gracia.

Y añadimos a estas súplicas la petición a la Virgen María, para que actúe ante su Hijo, como lo hizo en Caná y que interceda por nosotros, especialmente en nuestro camino al cielo, donde ya mora en cuerpo y alma y al que, si Dios quiere, todos estamos destinados. Que con su intercesión alcancemos la gracia de una muerte santa y la eternidad entre los santos. Madre de la Divina Gracia, ruega por nosotros.

NOVENA A LA VIRGEN MILAGROSA, noviembre 2024

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 NOVENA A LA VIRGEN MILAGROSA

NOVENA  A LA Virgen Milagrosa

Por el  Pbro. JORGE GONZALEZ V.

BREVE HISTORIA DE LA SANTA MEDALLA

Era el 27 de noviembre del año 1830 cuando una Hermana Vicentina llamada Santa Catalina Labouré, oraba fervorosamente en la capilla de su convento. Apareciósele entonces la Reina del Cielo asentando su pie virginal sobre un globo y en sus manos, colocadas a la altura del pecho, en ademán suplicante, ofrecía a Dios otro globo más pequeño. De pronto esmaltándose los dedos de María de anillos y pedrerías de belleza extraordinaria, y los resplandores que de allí salían reflejaban con intensa claridad. María mirando dulcemente a la feliz vidente le dijo; "El globo que estás viendo representa al mundo y a cada persona en particular: y estos resplandores son símbolo de las gracias que yo derramo sobre aquellos que me las piden”

 Formose luego en derredor de la Virgen como un retablo de forma ovalada y circundando la visión aparecieron grabadas en letras de oro estas palabras: "Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos" y al punto las manos de María, como agobiadas por el peso de las gracias, simbolizadas por los rayos, se dejaban caer, extendiéndose suavemente en aquella graciosa actitud que hoy nos reproduce su Medalla. Y viendo esto la novicia escucha una voz que le da esta orden: "Haz acuñar una medalla sobre este modelo.  uienes la llevaren consigo, recibirán gracias muy grandes, sobre todo si la llevan al cuello, gracias que serán más  bundantes a medida de su confianza”, y esto dicho, el retablo se entorno para dejar ver a la Hermana, en el reverso. Allí se destacaba la M. Inicial de María, y sobre una barra entrelazada, superpuesta una cruz. Debajo del monograma dos corazones; rodeado el uno de espinas y el otro traspasado por una espada. Con aprobación del Prelado, se mando acuñar la medalla conforme al modelo resentado por María y desde entonces, su difusión portentosa por todas las latitudes del orbe, ha ido acompañada de tantos, y tales prodigios, curaciones y conversiones en todas las clases sociales, que a voz del pueblo le ha dado por ntonomasia el nombre de MEDALLA MILAGROSA: nombre que la Iglesia ha recogido con fruición para insertarlo    en la Sagrada Liturgia, estableciendo una fiesta particular el 27 de noviembre y que de día en día se nos hace más solemne y querida, porque la Medalla Milagrosa, es un don del cielo traído a la tierra por la misma Madre de Dios.

Blindémonos con esta armadura eficacísima, y repitamos con frecuencia y amor la jaculatoria, con que María, desea que reclamemos su intercesión.

"Oh María, sin pecado concebida, Rogad por nosotros que recurrimos a Vos "

NOVENA DE LA VIRGEN MILAGROSA

En él nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo. Amén.


ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh dulcísima Virgen Milagrosa! Mira a tus plantas un hijo que en Ti ha fijado toda su esperanza. Sabes Señora, cuanto te amo y de veras quisiera que el universo todo se consumiera en tu servicio y loor.

Al ver mi vida entretejida de favores tuyos a pesar de mis continuos pecados y desvíos, me anima una gran confianza de que hoy también vas a bendecirme, de que una vez más voy recibir tu socorro y protección.

Bien conoces que estoy sumido en amarguras en medio de tan honda aflicción sólo acierto volver mis ojos a Ti, Virgen querida, Estrella suavísima que guías con tus fulgores la vida del hombre, consuelas y cautivas, alivias y transformas el alma del pecador.

No me desampares ¡Oh Madre! Porque entonces ¡qué será de mí?, no me retardes tu auxilio porque sabes cuan débil soy. Acuérdate que te llamamos Milagrosa y siempre muestras que lo eres. Unido pues, a tus devotos de la tierra y a los que habitan en el cielo, te ruego ¡Madre querida! que por tu Hijo bendito acojas mi petición. Eres mi vida, mi esperanza, mi todo: mírame compasiva, no me desoigas. Amén.

Tres Aves Marías, precedidas cada una de la Jaculatoria:

"Oh María, concebida sin pecado,
Rogad por Nosotros que recurrimos a Vos”

(Pídase ¡agracia que se desea obtener)

Después se continúa con la consideración del día correspondiente y se termina con los GOZOS.

CONSIDERACIONES PARA EL
DÍA PRIMERO
Oremos a la Virgen con la humildad

La humildad es una virtud que reprime el apetito desordenado de la propia excelencia, e inclina al hombre a reconocer su propia vileza según la verdad.

No es ella fruto de la pusilanimidad que proviene del respeto humano, ni de la pereza espiritual que lleva a la inacción.

El que es humilde, reconoce los dones naturales y sobrenaturales que Dios, le ha concedido y también reconoce sus  buenas obras y méritos pero, los atribuye primeramente a Dios, puesto que Él, es quien le ha dado la capacidad y su auxilio para obedecerlos. Por eso cuando por voluntad de Dios, le vienen honores, no se engríe en ellos sino que sabe referirlos a Él.

El humilde admira sin envidia las cualidades que hacen a otros mejores que él, y recordando la propensión que llevamos de exagerar los bienes propios y los defectos ajenos, no quiere en sus juicios y trato ser preferido a los demás.
Tampoco quiere las alabanzas sino que, en cuanto la prudencia lo permita, desea que otros conozcan su propia abyección y lo esprecien, alegrándose en las humillaciones que recibe, porque sabe que como pecador las merece justamente y que llo es medio admirable para asemejarse a Jesús. Jamás habla bien ni mal de sí mismo, sino por necesidad, y nunca se infla  n la prosperidad ni se deprime en la adversidad, porque está íntimamente convencido de que todo viene ordenado por ios, su absoluto dueño, para nuestro bien.

PRÁCTICA: Procurar no caer en falta voluntaria durante este novenario, y terminarlo, a ser posible con una confesión y  omunión fervorosas.

CONSIDERACIÓN PARA EL
SEGUNDO DÍA
A imitación de María, vivamos de la fe

Toda nuestra santidad consiste en la participación que tenemos de la santidad de Cristo, y mientras más perfecta sea nuestra fe, en la divinidad deJesús, tendremos como hijos suyos más derecho a la comunicación de su vida divina.

La fe, constituye la primera actitud que debemos tener en nuestras relaciones con Dios: ella debe animar todas nuestras acciones y en la fe quiere Dios, que le sirvamos durante nuestra vida.

Debemos tener sobre todo, una fe inquebrantable en los méritos infinitos de nuestro Señor Jesucristo, que fortalece nuestra debilidad y suple nuestra miseria. A El, debemos recibirlo con fe viva en cualquier forma que se nos presente: En los sacramentos, en la Iglesia su Cuerpo Místico, en el prójimo, y en su providencia que dirige todos los acontecimientos para nuestro bien aunque nos sean dolorosos. Recibámosle con una adhesión entera a su Palabra divina y un completo abandono en su servicio.

PRÁCTICA: Repetir muchas veces esta súplica durante el novenario: "Señor dame lo que para mí, quiera y te pida la Santísima Virgen”.

CONSIDERACIONES PARA EL
DÍA TERCERO
En María y a imitación suya sepamos confiar

La confianza en Dios, es necesaria a la salvación, a la perfección, no menos que el espíritu de fe. Para tener una vida  interior acendrada no basta, como lo hacen muchos cristianos, esperar en Dios, de una manera débil e intermitente, sino que es preciso amar su divino querer, a veces oscuro, desconcertante, aceptarlo con espíritu de filial sumisión y esperar  l socorro de Dios, con una confianza firme, humilde y perseverante.

El alma que verdaderamente confía no cede a las tentaciones provenientes del mundo, del demonio y de la carne, porque sabe que Dios, nunca manda lo imposible y la Virgen jamás la deja sola. No se turba por las pruebas que el Señor  le envía, porque sabe que son para purificarla y se apoya no en sus fuerzas sino en la gracia divina. No se turba, en fin, con la consideración y recuerdo de sus faltas, porque el motivo de su esperanza no es ni sus fuerzas, ni la inocencia de su vida, sino la misericordia infinita de Dios. Goza de inalterable paz porque Jesús y María son su esperanza.

PRÁCTICA: Rezar varias veces esta súplica “Madre mía, Tú, lo sabes todo, lo puedes todo y me amas mucho. En Ti,  confío.

CONSIDERACIONES PARA EL
DÍA CUARTO
Caridad

El amor completa la fe y la esperanza; nos hace experimentar por Dios, una real complacencia, preferirlo a todo los demás, y tratamos de manifestarle este amor cumpliendo su divina voluntad.

Cuando esta virtud acompaña las demás virtudes les da una nueva eficacia y es principio de un nuevo mérito, por eso nuestra santidad crece proporción al grado de amor con que cumplimos nuestros actos.

No debemos contentarnos con complacernos en las divinas perfecciones, sino que debemos mostrar con obras el amor, procurando no tener en el ejercicio de nuestra actividad otro principio que la gracia, otro fin que el cumplimiento de la voluntad divina, ni otro móvil primario que el amor de Dios y los intereses de su gloria.

Unámonos a Cristo en todos nuestros, actos y pidámosle a imitación de María que sea la gloria de su Padre el primero y el último pensamiento de todo cuanto hagamos.

PRÁCTICA: Practiquemos hoy la caridad con nuestro prójimo, tanto exterior como interiormente: evitando cuanto le disgusta y mostrándonos afables con quienes nos desagradan.

CONSIDERACIÓN PARA EL
DIA QUINTO
Vivamos por María

El verdadero devoto de María, procura dirigir hacia Ella, toda su existencia con sus trabajos y descansos, pesares y alegrías. No quiere buscar en nada su propia satisfacción en desacuerdo con su conciencia, sino que brega por complacer en todo a Nuestra Señora y por su medio glorificar a Dios, como fin último.

Está atento en no dejarse llevar por su amor propio que casi siempre aun sin darnos cuenta, es el principal móvil de nuestras acciones, y para lograr esta rectitud de intención en todo, repite muy a menudo en el fondo del corazón: POR VOS MADRE MÍA, hago esto o aquello, voy a tal parte, sufro tal pena, tal injuria, etc. Con esta idea de que emplea toda su actividad y su tiempo en honor a la Virgen, avanza animoso aun en las dificultades y siempre tiene en cuenta que mientras más pura sea la intención de todos sus actos, esto es: mientras menos se busque así mismo siguiendo su voluntad en contra de la de Dios, y no haga el bien por ostentación o interés; tanto más méritos cosechará para la vida eterna.

PRÁCTICA: Digamos frecuentemente "Todo por vos, Madre mía".

CONSIDERACIÓN PARA EL
DÍA SEXTO
Vivamos por María

Quien de veras ama a Nuestra Señora, se esfuerza por imitarla en todo, pues de lo contrario su devoción sería superficial y deficiente.

El fiel devoto tiene a María, como modelo perfecto de todas las virtudes y fija los ojos en Ella, para imitarla cuanto más  pueda, no sólo en sus oraciones y trabajos sino también en sus sufrimientos, gozos y en cualquier circunstancia en que se encontrare. A este fin suele preguntarse en todo: la Virgen en lugar mío ¿haría esto?, ¡Diría esto?, ¿Cómo se portaría en este trance o con tal persona?, ¿Cómo haría esta práctica de piedad?, ¿Cómo obraría ahora?, etc. Y sigue la respuesta que seguramente le dictará su conciencia.

Le ayudará muchísimo meditar las virtudes y los ejemplos que encierra la vida de la Virgen, y así llegará pronto a una unión muy íntima con Dios. ya que el vivir con María nos hace elegir en todo lo más perfecto y practicarlo con la mayor caridad. Este ha sido el secreto de los santos.

PRÁCTICA: Preguntémonos a menudo: "María, cómo obraría en mi lugar?, Y hagamos lo que nuestra conciencia responda.

CONSIDERACIÓN PARA EL
DÍA SÉPTIMO
Vivamos por María

No nos basta para alcanzar la perfección tener rectitud de intención en todo y vivir con María: sino que hemos menester una fidelidad muy perfecta a la gracia dándole a la Virgen cuanto nos pida sin regatearle sacrificio alguno. Tenemos que crucificarnos en el estricto cumplimiento de nuestros deberes y preferir los movimientos de la gracia a los de nuestra naturaleza viciada, débil y cobarde, que siempre tiende a llevarnos al pecado o a la flojedad en el bien.

Obrar por María, es pues, no sólo servirnos de Ella, como de Medianera para con Dios en nuestras ofrendas y súplicas, acudiendo a su intercesión y apoyándonos en sus méritos; sino ante todo practicar una filiación amorosa “guiándonos por su espíritu y obedeciéndola en todo", es decir, siguiendo con continuidad todos los llamamientos de la gracia, ya que ellos nos manifiestan la voluntad de Dios y por consiguiente el querer de María.

Para dejarnos guiar por el espíritu de la Virgen, es un excelente medio renunciar al nuestro, es decir, al propio parecer y voluntad antes de hacer cualquier cosa; y ello se consigue sin dificultad diciendo mental o verbalmente "Renuncio a mi mismo, me entrego a Vos, Madre mía", siendo muy provechoso y laudable renovar durante la acción o después de ella ste mismo acto de unión que tanto recomienda San Luis de Montfort a los esclavos de la Virgen.

PRÁCTICA: Digamos frecuentemente durante estos días: Madre mía, Tú sabes cuánto necesito y deseo, renunciar a mí mismo, dame lo que quieras.

CONSIDERACIONES PARA EL
DÍA OCTAVO
Vivamos en María

Observando lo que hemos considerado anteriormente, el devoto de la Virgen, llegará a vivir en unión íntima con Ella, porque entonces habrá adquirido la transformación espiritual.     
Vivirá como en una atmósfera mariana, pues los sentidos internos y las facultades del alma se marianizan a medida que van ejercitándose en el servicio fervoroso de la Bendita Señora. Pues Ella, obra de manera admirable mediante las potencias de su siervo.

Quien vive en María, se encorazona en Ella, por decirlo así, al apropiarse sus sentimientos que en resumen son éstos: Con respecto a Dios, sumisión amorosa, o sea, una conformidad perfecta con la voluntad divina haciendo cuanto Dios, quiere y como Él, lo quiere. Con respecto al prójimo una perfecta caridad en pensamiento, afectos, palabras, y acciones. Y para consigo mismo una paz imperturbable, fruto del perfecto equilibrio y sostenimiento de las pasiones, paz que va

acompañada de abandono filiar en su Reina y Señora y de alegre agradecimiento por los beneficios que a porfía le  otorga. El feliz devoto que llegue a esta etapa en la devoción a la Virgen, podrá decir justamente con San Pablo: "Vivo  o, mas no yo sino que Cristo, vive en mi".

PRACTICA: A imitación de nuestra Señora, no perdamos el tiempo, evitemos las ocupaciones y las preocupaciones inútiles y digámosle continuamente: "Madre mía, me uno a Vos "

CONSIDERACIONES PARA EL
EL DIA NOVENO
Soy todo tuyo, Madre mía, y todo lo mío te pertenece

Que dicha tan íntima experimenta el fervoroso esclavo de María, al repetir esta frase que alienta y pacifica.

El no quiere tener ningún apego desordenado a las criaturas y por amor a Dios, renuncia gustosamente a los más caros afectos, en su vida, salud, familia, atractivos, consuelos, descansos y bienes todos, tan solo quiere pasar las horas y los días en servicio de su Madre y Señora, amándola y haciéndola amar cuanto más pueda. Está desprendido de todo pero la Virgen, es su pertenencia y le basta.

El alma enamorada de María, no admite temores por el futuro ni le inquietan lo recuerdos del pasado; vive feliz aprovechando el momento presente, con la mayor intensidad posible, en medio de un santo abandono lleno de  confianza y agradecimiento.

Las mismas cruces le son dulces porque sabe que son medio excelente de santificación: cree que Dios le ama más de lo que puede imaginar y que todos esos dolores se truecan en gracias y después en la gloria.

Para María y en María ora, sufre y trabaja, esperando el día en que por Ella y con Ella,  empiece a gozar eternamente de la visión de Dios.

PRÁCTICA: Renovemos diariamente nuestra consagración a la Santísima Virgen y digámosle a menudo, "Soy todo tuyo, Madre mía y todo lo mío también es tuyo, Señora".

GOZOS

Nuestra Madre te aclamamos,
Con ferviente corazón.

Se responde:

Oh Milagrosa dulcísima
No desoigas mi oración.

Medianera de las gracias
Te constituyó el Señor
Y de tus manos en rayos
Las viertes con profusión
Socórrenos ¡Virgen Santa!
Abrásenos ya tu amor.

R.- Oh Milagrosa...

Son miles los pecadores
A quienes das el perdón
Son sin cuento los dolores
Que mitigas con amor
Llegamos a Ti confiados
Remedia nuestra aflicción.

R.- Oh Milagrosa...

Nunca desoyes las suplicas
Que te llegan con fervor
Siempre alivias a tus hijos
Con sin igual compasión
Les otorgas cuanto piden
O más, y resignación.

R. - Oh Milagrosa…

En el cielo de tus ojos
Centellea tu candor
Yen tu regazo atesoras
Un maternal corazón
Que es paz, alivio y consuelo
Del mísero pecador.

R.- Oh Milagrosa...

La sonrisa de tus labios
Disipa todo temor
Los encantos de tu imagen
Arroban el corazón
Acógenos en tus pliegues
Yescucha nuestro clamor

R.-Oh Milagrosa...

Las lágrimas en consuelos
Truecas con intenso amor,
Ytus plantas virginales
Oprimen al tentador,
Oh Madre clemente y pía
Míranos con compasión.

R. - Oh Milagrosa...

Todos los hombres te llaman
MILAGROSA y con razón,
Pues no hay dolor ni tristeza
Al que niegues tu fervor
Ninguno te invoca en vano
Danos hoy tu bendición.

R: Oh Milagrosa...

Nuestra Madre te aclamamos
Con ferviente corazón:

Oh Milagrosa dulcísima
No desoigas mi oración

ORACIÓN FINAL

¡Oh Virgen Milagrosa!, Refugio, consuelo y esperanza mía! Aquí me tienes, no me desampares. Merezco la aflicción que padezco y mil más, pero Tú, eres mi Madre y como tal no puedes mostrarte indiferente. Bien sé que el dolor es una gracia que purifica al alma y trae grandes recompensas, pero ¡soy tan débil Señora!.

Puedes cuanto quieres porque el Señor, se complace en escucharte, y te pido que quieras socorrerme porque en cambio prometo amarte mucho y hacerte amar cuanto pueda.

Son mares de lágrimas los que ha enjugado tu Medalla bendita y a cuántos corazones en este momento les  estarás trocando sus amarguras en agradecimientos y alegrías.

Permíteme que ahora presente al Señor los cuidados maternales que para con Él, tuviste en Belén, Jerusalén, Egipto y Nazaret; que le ponga de presente tus oraciones y lágrimas durante su ministerio público y dolorosa Pasión, déjame alegarle tu santo celo en la naciente Iglesia y la gloria incomparable que por tu fidelidad gozas en el cielo, para que en tantas excelsitudes se pierda mi miseria y alcance por ellas, la bendición que imploro.

¡Ea Señora mía!, a nadie has desoído, no retardes mi alivio, muestra que eres mi Madre, escucha benigna mi plegaria, despacha mi súplica y haz que los ángeles y bienaventurados glorifiquen a Dios por mi. Amén.

CONSAGRACIÓN A LA VIRGEN MILAGROSA

A Ti, oh Virgen Milagrosa, que después de Jesús, eres mi todo, consagro desde hoy y para siempre: Mi alma y mi cuerpo, mis bienes interiores y exteriores, naturales y sobrenaturales, presentes, pasados y futuros.

Quiero amarte con el amor de todos los ángeles y santos y con el de tus devotos que existen y existirán. Bien sé que por mí mismo, nada puedo pero de Ti, todo lo espero. Por tanto, auméntame la gracia santificante ya que por ella la Beatísima Trinidad, mora en mi alma, y así mi deificación será más plena. Acrecienta mi fe para que viendo la acción de Dios, en todo, nada perturbe mi paz aprenda a divinizar el sufrimiento, medio por excelencia de santificación, y a imitación tuya me haga todo para todos viendo a Cristo en mis hermanos. Renuncio a mis temores y deseos, tristezas y alegrías que de Ti, no me vinieren, para que muriendo místicamente al mundo y a mi propio yo sea Jesús el que en mi viva, como vive en Ti, por el Espíritu Santo y para gloria del Padre. Amén.

Tres Avemarías, precedidas cada una de la
jaculatoria: "Oh María, concebida sin pecado
Rogad por nosotros que recurrimos a vos”.
y finalizadas con el “Gloria Padre”...

Gobierno Eclesiástico

Arquidiócesis de Medellín

Septiembre 30 1979

PUEDE IMPRIMIRSE

JOSÉ SALAZAR BOTERO

Vicario General

Décima Edición

Breve Historia de la Medalla Milagrosa, noviembre 2025

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Significado de la Medalla Milagrosa, Breve Historia de la Medalla Milagrosa 27 noviembre 2023

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La Medalla Milagrosa y la Legión
La Legión y la Medalla Milagrosa (2)
Signidicado de la Medalla Milagrosa





Vida de la Santísima Virgen


VIDA DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
 Jorge González Villegas,  Pbro.

Desde toda la eternidad la Santísima Virgen fue predestinada a la incomparable dignidad de Madre de Dios. Moisés, Isaías, David y Salomón hablaron de Ella en sus profecías; Eva, Sara, Débora, Judith y Ester, el Paraíso terrenal, el Arco iris, la Escala de Jacob, la Vara de Aarón el Vellocino de Gedeón, la Torre de David, el Templo y el Arca de la Alianza, la figuraron en el Antiguo Testamento .

Sus padres Joaquín y Ana, eran descendientes de David y vivían en Jerusalén según unos, en Nazaret según otros, cuando dieron a la luz esta hija bendita, quince años' antes de la era cristiana, la que milagro­samente obtuvieron, merced a las fervorosas oraciones que hacían a Dios. Quince días después del nacimiento, recibe el nombre de María, nombre glorioso que en hebreo significa: Señora, iluminadora, poderosa, hermosa y mar de amargura.

Al cabo de ochenta días fue Santa Ana al templo para cumplir la ley de la purificación llevando la niña en sus brazos, como un tesoro precioso; y es muy probable que entonces la Virgen que desde su concepción inmaculada gozaba del uso de la razón, hiciese entonces su consagración virginal al Señor y luego volviese su madre con Ella a la casa.

Una tradición piadosa dice que estando ya en tres años fue ofrecida por sus padres en el templo, en cumplimiento del voto que habían hecho de consagrar al Señor el fruto de bendición que les diera, y que la niña María pasó allí los años de su adolescen­cia entregada a la oración, al estudio de los libros sagrados y de trabajos propios de su edad destinados al culto del Señor. Pero esto no tiene fundamento sólido ni verdadera probabilidad.

Cuando hubo llegado a la edad de catorce años, en que conforme a la costumbre de entonces debía tomar estado, ya quizás muertos sus padres, por inspiración divina e insinuación de los sacerdotes, se desposó con San José, quien había también ofrecido a Dios su virginidad; cumpliendo de esta manera una ley de aquel tiempo según la cual, María, como hija única y heredera de los bienes paternos, estaba obligada a escoger un esposo de su tribu y familia, y realizando a la vez los designios divinos que tenían por fin: proteger a los ojos del mundo el honor de María y de su Hijo, dar a entrambos un custodio fiel y protector abnegado y presentar en María un modelo perfecto de esposas, madres vírgenes.

Felizmente vivían los santos esposos en Nazaret, cuando tuvo lugar la aparición del Arcángel San Gabriel a la Purísima Virgen entonces de quince años, anunciándole que sería la madre del mesías.

Ella se turbó y creyó encontrar en ello un obstáculo a su virginidad, pero el ángel la tranquilizó al revelarle que la Encarnación se obraría por la acción omnipotente del Espíritu Santo. Entonces María sometiéndose al divino beneplácito respondió: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra", y en el mismo instante el Verbo Eterno se encarnó en sus purísimas entrañas y habitó entre nosotros.

   Su celo y caridad la impulsaron a hacer en seguida una visita a su prima Santa Isabel, quien tenía en  su  seno  a     San Juan  Bautista  precursor  del Mesías, el cual fue santificado por la presencia de Jesús llevado por María en sus castísimas entrañas, y pasados tres meses volvió a Nazaret donde llevó Una vida recogidísima.

Llegados los días del nacimiento del Niño Dios, por un edicto del emperador Augusto, los santísimos esposos tuvieron que emprender un viaje a Belén; y allí en una gruta a cueva, establo mísero de animales, nació Jesús. En ese Belén presenció la divina Señora, la adoración de los pastores, la de los magos y la circuncisión de su santísimo Hijo. Cuan­do el divino Niño tuvo cuarenta días, María Santísima fue a Jerusalén para presentarlo en el templo y cumplir con profundísima humildad la ley de la purificación. Poco después Herodes decretó la matanza del Niño Jesús, y los santos esposos para librarle tuvieron que huir con El a Egipto, de donde volvieron luego que murió este pérfido tirano, y fijaron su residencia en Nazaret.

En esta pequeña aldea vivió Ntra. Señora durante la vida oculta de su amadísimo Hijo en compañía de su virginal Esposo, quien murió tres años antes de comenzarse la vida pública del Salvador. Durante ésta, María de ordinario acompañaba a Jesús, pero el Evangelio sólo cita su presencia en tres circunstan­cias a saber: en las bodas de Cana, después de la cu­ración de un poseso ciego y mudo, y por último en el Calvario; más según las revelaciones de la Venerable Sor María de Agreda, lo acompañó desde el principio hasta el fin de su Sagrada Pasión, sufriendo indeciblemente, o mejor compartiendo sus dolores hasta el grado de merecer el título de Reina de los Mártires y corredentora.

A continuación volvió al Cenáculo en compa­ñía de San Juan Evangelista a quien le fue encomendada cuando Ntro. Señor pendía de la cruz, y ahí se le apareció el divino Resucitado antes que a "Los demás y muchas otras veces por espacio de cuaren­ta días que mediaron entre la Resurrección del Señor y su gloriosa Ascensión a los Cielos. Allí mismo recibió nueva plenitud de gracias a la venida del Espíritu Santo y le fue confirmado el don que ya se le había otorgado en el Calvario, de ser Madre de toda la Iglesia.

  Hasta su muerte no ceso de alentar a los discí­pulos de Jesús y a sus apóstoles; cuando éstos se dis­persaron, siguió a San Juan a Éfeso, donde fue el consuelo y alegría de la Iglesia naciente, y donde murió según sentencia de algunos, a la edad de sesenta y tres años; pero según opinión más probable y verdadera, después de una permanencia en Éfeso, de dos años y medio, regresó a Jerusalén, y en esta ciudad murió de amor a los setenta años.

Según la tradición y el común sentir de los fieles, al tercer día fue llevada en cuerpo y alma por su divino Hijo al Cielo, donde está sentada a su diestra, siendo la alegría y delicias de los bienaventurados y la esperanza y consuelo de los que aún gemimos en este valle de amargura y dolor. 

MOTIVOS QUE NOS OBLIGAN A AMARLA
A Ella debemos consagrarle todo nuestro amor, no sólo por el admirable ejemplo que de todas las virtudes nos dio durante su vida mortal, sino también porque lo merece por varios títulos, a saber: 
  Io Madre de Dios, encerrando esta dignidad todas las her­mosuras, todas las grandezas, todos los prodigios so­brenaturales, todos los méritos y virtudes, todas las bendiciones, maravillas y prerrogativas que pueden decirse de María, puesto que es el centro y princi­pio de todos sus privilegios de naturaleza, gracia y gloria. En el dogma de la Maternidad divina, dice el P. Terien S. J., está cifrado no sólo el misterio de la Encarnación sino todo el cristianismo. 

 2 Ella es nuestra Medianera; porque habiéndonos dado Dios a Jesús por Ella, también nos comunica por su mediación todos los dones de la gracia. Su intercesión es universal, es decir, que se extiende a todos los hombres, tiempos y lugares; y eficaz, pues como dice San Buenaventura, María por su ruego es toda poderosa con su Hijo, mereciendo ser llamada "la Omnipotencia suplicante". San Bernardo la llama "el canal y acueducto de las gracias divinas" y San Alfonso "el doctor mariano por excelencia", añade: Así como ninguna línea trazada desde el centro de un círculo puede salir de él sin pasar antes por  la circunferencia, así también del centro de todo bien que es Jesucristo, no puede venirnos gracia alguna sin que pase por María, la cual al recibir al Hijo de Dios, lo rodeó por todas partes, y todo en Ella respira sólo misericordia y bondad.

   María es además nuestra Corredentora, por que cooperó a nuestra salvación; nuestra Abogada, porque intercede incesantemente por nosotros; nuestra Patrona, porque nos cuida constantemente; nuestra Reina, porque Jesucristo su Hijo es Rey del Cielo y de la tierra; y finalmente nuestra Madre, porque somos hijos adoptivos de Dios y hermanos de Jesucristo, quien al morir en la cruz, la proclamó oficialmente Madre a todos los hombres en la persona de San Juan cuando le dijo: "Ahí tienes a tu madre".
  Por consiguiente: siendo María nuestra máxima confianza, la razón de nuestra esperanza, la ilusión de nuestra vida y el objeto de todo nuestro amor, es menester conocer e imitar sus virtudes, pensar en Ella, invocarla con frecuencia y propagar su culta y devoción, profesándole una profunda veneración por sus grandezas inefables, y una confianza filial y sin límites por ser nuestra Madre llena de piedad y ternura.
CONSAGRACIÓN A MARÍA
Inmaculada Virgen María, Madre de Dios y Madre, mía. A Vos que después de Jesús sois mi todo, consagro hoy por toda mi vida: mi alma y mi cuerpo, mis bienes interiores y exteriores, naturales y sobrenaturales, presentes y futuros. Renuncio a mí mismo y me entrego a Vos, amabilísima Señora, para no tener más voluntad que la vuestra. Quiero amaros con el amor de los Ángeles y el de todos vuestros amantes que existen y existirán. Bien sé que por mí mismo nada puedo, pero de Vos lo espero todo; por tanto me abandono en vuestro corazón sagrado, a fin de vivir tan sólo para Vos, con Vos, por Vos y en Vos, para mayor gloria de Dios. Amén .                                                  

José Salazar B. Vicario General
Septiembre 30 de 1983
Gobierno Eclesiástico    Puede Imprimirse

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Somos una asociación de laicos católicos que sirve a la Iglesia
en forma  voluntaria en casi todas las Diócesis del mundo.

ORACIONES AL EMPEZAR
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amen
V. Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor.
Envía, Señor, tu Espíritu y todo será creado.
R. Y renovarás la faz de la tierra.

OREMOS: Oh Dios Padre nuestro, derrama los dones de tu Espíritu sobre el mundo: enviaste El Espíritu a tu Iglesia para iniciar la enseñanza del evangelio; que sea ahora tu Espíritu el que continúe trabajando en el mundo a través de los corazones de todos los que creen en ti. Por Cristo Nuestro Señor, Amén.

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Se reza el Santo Rosario y la Salve

V. Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

OREMOS:
Oh, Dios, cuyo Hijo Unigénito nos obtuvo la salvación eterna por medio de su vida, muerte y resurrección; concédenos, a quienes meditamos estos misterios en el rosario de la bienaventurada Virgen María, imitar lo que enseñan y alcanzar lo que prometen Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

V Sacratísimo Corazón de Jesús.
R. Ten piedad de nosotros.
V. Inmaculado Corazón de María
R. Ruega por nosotros.
V San José.
R. Ruega por nosotros
V. San Juan Evangelista.
R . Ruega por nosotros.
V. San Luís María de Montfort.
R. Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

CATENA LEGIONIS(Se dirá a mitad de la ¡unta. Todo legionario debe rezarla diariamente).

Antífona. ¿Quién es Ésta que va subiendo cual aurora naciente, bella como la luna, brillante como el sol, terrible como un ejército formado en batalla?

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí; su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo; dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos Amén.

Antífona. ¿Quién es Ésta que va subiendo cual aurora naciente, bella como la luna, brillante como el sol, terrible como un ejército formado en batalla?

V. Oh María, sin pecado concebida.
R. Ruega por nosotros que recurrimos a Ti

OREMOS: Oh, Señor Jesucristo, medianero nuestro delante del Padre, que constituiste a la Santísima Virgen, Tu Madre, madre nuestra Y medianera ante Ti, haz que cuantos a Ti
acudieren para pedirte beneficios se gocen de haberlo conseguido todo por Ella. Amén.
ORACIONES FINALES
(Que se debe rezar al concluir la junta).

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Am é n.

Bajo tu protección nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desoigas las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.

V. María Inmaculada, medianera de todas las gracias. (o la invocación propia del praesidium)
R. Ruega por nosotros.
V. San Miguel, San Gabriel y San Rafael.
R. Rogad por nosotros.
V. Todas las Potestades del cielo, Legión angélica de María.
R. Rogad por nosotros.
V. San Juan Bautista.
R. Ruega por nosotros.
V. Santos Pedro y Pablo.
R. Rogad por nosotros.

ORACIONES FINALES

Señor, concédenos a cuantos servimos bajo el estandarte de María, la plenitud de fe en Ti y confianza en Ella : a las que se ha concedido la conquista del mundo.
Concédenos una fe viva, que, animada por la caridad, nos habilite para realizar todas nuestras acciones por puro amor a Ti, y a verte y servirte en nuestro prójimo; una fe firme e inconmovible como una roca, por la cual estemos tranquilos y seguros en las cruces, afanes y desengaños de la vida; una fe valerosa, que nos inspire comenzar y llevar a cabo sin vacilación, grandes empresas por tu gloria y por la salvación de las almas; una fe que sea la Columna de Fuego de nuestra Legión, que hasta el fin nos lleve unidos, que encienda en todas partes el fuego de tu amor, que ilumine a aquellos que están en oscuridad y sombra de muerte, que inflame a los tibios, que resucite a los muertos por el pecado; y que guíe nuestros pasos por el Camino de la Paz , para que, terminada la lucha de la vida, nuestra Legión se reúna sin pérdida alguna en el reino de tu amor y gloria. Amén.

V. Las almas de nuestros legionarios, y las almas de todos los fieles difuntos. Descansen en paz por la misericordia de Dios. Amén.

(El sacerdote presente dá luego la bendición, si no hay sacerdote):
En el nombre del Padre y del Hijo y del Esp í ritu Santo. Amén.

Aprobación Eclesiástica: Monseñor Jorge Aníbal Rojas Bustamante.
Canciller Arqudiocesano.
Arquidiócesis de Medellín.

Juan Pablo II Saludo a la Legión de María
"Os saludo cordialmente, hermanos y hermanas de la Legión de María... sois un movimiento de Laicos que se propone ...conseguir la santificación personal ... a ser en el mundo, con el fulgor de la , de la esperanza, y de la caridad, lo que es el Alma en el Cuerpo"...
"Instrumento eficaz y extraordinario para la edificación y expansión del Reino de Dios"

Hola, espero que disfruten del contenido de este blog. Saludos